3/20/2008

Basallote Muñoz, Francisco, Libreta del caminante, Edita Consejería de Educación del Gobierno Andaluz, 2007.

Basallote Muñoz, Francisco, Calendario Manuscrito, Edita Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, Madrid 2007. Premio de poesía Encina de la Cañada 2007.

El poeta andaluz, de Vejer de la Frontera, sigue en su línea ascendente en la comprensión poética de la naturaleza, y nos ofrece los dos últimos trabajos en ese sentido, La libreta del caminante y el Calendario Manuscrito. Este último, se ha convertido además en el último premio de poesía que se entrega en Villanueva de la Cañada.

Francisco Basallote es una persona primordial, claro, sencillo y emocionante; y las tales características las refleja en su concepción de la poesía, cristalina. Los poemas de Basallote se construyen en un lenguaje elemental, fundamental e indispensable, esencial y primario, buscando transmitir los elementos paisajísticos que pinta. La poesía de Francisco Basallote, es pictórica, muy pictórica. Pinceladas construidas con una lengua viva y primordial, palabras posees el antiguo/ oficio de los ciclos”, para hacer evidente lo puro y palmario, casi palpable la naturaleza íntegra “en la claridad de la arena/ el silente abrazo de la mar”. En esta sencillez que emociona se encuentra la creatividad poética de Basallote. La natural fruición de la naturaleza en la natural sencillez, he ahí la elemental catarsis que comunica nuestro ser con el paisaje y la naturaleza, y emerge la belleza.

Cuando comenzamos a leer un libro, y más si es de poesía, buscamos de inmediato la atracción de lo extraordinario, un algo de más que resulte raro o extraño, al oído o en la sintaxis. Piensa el lector e incluso el crítico y el autor como autor, que la extrañeza, la rareza, configuran la originalidad de los que leemos. Así, en lo expresivo o representativo, en lo sensible o material, queremos hallar lo extraordinario, la rareza. En la simbología extraña, en la elaboración de ideas o sintaxis, en las palabras que se eligen y entrelazan. Si no hay rareza, no hay originalidad. No lo intentéis con Basallote, que su originalidad surge de inteligir la naturaleza con un lenguaje sencillo “la memoria es luz/ en esta puerta de Purchena/ donde el aroma de la tarde/ es tiempo revivido…” o “la misma espuma/ del sol en los castillos del viento;” : conjuga mar, sol, arena y viento, en los castillos, fusionando lenguaje y naturaleza, con originalidad que no necesita extrañeza.

Busca Basallote atrapar la armonía que expresa la naturaleza, esa armonía que se encuentra en la relación de la partes, y que él traspasa a su lenguaje, a sus poemas, y utilizando el contraste en la metáfora “bebe el agua de las clepsidras/ y sigue el ritmo de la sangre”, “la vega es fuego/ de llamas verdes”. Es curioso, que a través de la armonía y el contraste, se llegue a expresar y atrapar, la unidad de la naturaleza y el lenguaje. De esta manera, consigue el poeta que nos asombremos de la realidad que el poeta nos ha hecho observar, que deja de ser al de su Vejer natal, la del sur soleado, y se convierte en nuestra propia mundanidad. Si la poesía quiere sublimar la realidad, distinguirla y realzar, pero también evaporarla y volatilizarla, ennoblecerla al disiparla, la poesía de Basallote lo consigue “Un resplandor/ viste de luz las cosas,/ entre lo oscuro/ su palpitar/ es alegre lascivia/ como preludio/ adivinado/ de su cumplida gloria”.

Al ir leyendo, es evidente que nuestro poeta busca la expresión de la belleza apolínea, la belleza de la rectitud, del sol y de la luz, de la unidad. Sin embargo, la embriaguez que nos inunda, proviene de la junción de la naturaleza y lenguaje, y se la da el lenguaje mismo. Este lenguaje se implica con la naturaleza y la convierte en un puro reino onírico. El lenguaje de la claridad, de la sencillez, que impregna la armonía de la naturaleza con la embriaguez narcótica de la individualización.

Este lenguaje de la emoción, tan sencillo y puro, que la disipa, tan claro, que la honra, es el que nos reconcilia con la naturaleza.

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