3/31/2008

Errores y Horrores, Ediciones Baquiana, Miami, 2000; En el tiempo de los adioses, Ediciones Aglaya, Murcia, 2003; Poemas desde Church Street, Baquiana, Miami, 2006.




Traemos al escaparate de esta columna de crítica literaria, la obra poética de Maricel Mayor Marsán, poeta cubana, residente en Miami, desde donde esta dirigiendo la redacción de una revista que tiene vocación de hispanidad y unificación con la cultura americana: el español en el corazón del inglés americano, Baquiana.

Ahora nos importa la poesía de esta autora interesante e intencional, emocional, que aspira a recorrer la historia de los errores y de los adioses y tatuarla en la piel lectora para que comparta que el error se convierte en horror, y el adiós en “ajo en la herida”, como la propia Maricel escribe en el poema que titula “El adiós a la verdad”. Comparta el lector, decimos, porque la autora desea dejar huella de tanto destino como soplo de viento, de tanto mundo pulverizado entre los dedos, en la conciencia: que la conciencia es el elemento pleno de lo poético, el encumbramiento de la imaginación. Consigue Maricel co – implicar al lector en su envolvente palabra sin retórica, sin distanciamientos, donde se disuelve la prevención de la historia en la emocionalidad espontánea de lo cotidiano. Ya sea en el primer libro (la historia no era una sola/ eran muchas las historias), o en el segundo (Va por la ruta del silencio/ y no nos deja tan siquiera una pista)

La belleza de sus libros reside en la capacidad del verso de Maricel para co - implicar al lector, para envolverle sin retóricas ni artificios en la emocionalidad de un verso espontáneo. Co - implicar al lector tanto en la percepción de que el error del hombre es la división, la fronterización, el poner valladar al mundo, que resumiría, desde nuestro percepción, el primer libro, hasta desvelar a ese mismo lector que despedirse de los antiguos muros y fronteras es iniciar un nuevo mundo, en la manera de Cristo: el que pierde su vida gana su Vida, que resumiría el segundo libro que hemos presentado. Mensajes ambos que hoy en día pueden resultar a quien los oiga controvertidos, y en esta controvertidad consiste la originalidad de la poética de Maricel.

Controvertida, por la opción que toma en el primer libro, alinearse con el futuro. Cuando la intuición poética caminaría entre tanto error por un alineamiento en el nihilismo, Maricel alienta el futuro, como un soplo de ecos que vive entre todos y en tantos, nos muestra en su poema “El ser americano”.

Controvertida por la opción que demuestra en el segundo libro, frente a la continua ceremonia de adioses en la que el hombre conforma su entidad y excelencia, queda proponer el cristianismo, precisamente aquella frase de Cristo, sólo perdiendo se gana, un ganar virtual, que, de nuevo, es cristiano, ama al tú, que nos propone Maricel en su poema “El adiós que no quiero escuchar”.

Reside el interés de estos poemarios en escuchar el verso de Maricel, controvertido pero despojado de cualquier retórica, desde la sencillez de la palabra cotidiana, de la persona humana que reacciona espontáneamente ante el error y el adiós, ante el horror y la ineluctabilidad de la existencia.

Es agradable la lectura de estos poemarios que te embarcan en una manera distinta, diferente, de la forma poética, tan clónica en los diversos poemarios.

3/23/2008



López Navia, Santiago A., Sombras de la huella, Abadía Editores, 2006.


López Navia, fundador del grupo paréntesis, filólogo de formación y cervantino Quijotista de vocación, nos ofrece este libro poético, Sombras de la huella. Le conocemos como excelente director de extensión universitaria de la SEK, y como poeta que va construyendo su obra sin prisa pero sin pausa, presa de jugar con nosotros a la risa del verso erguido, para consolidarla dentro del panorama poético. Una obra que posee una escritura muy propia, llena de vínculos con la existencia, emparentada con el hombre de carne y hueso, y nos concierne.

Desde el mismo título, la sombra de huella, Santiago López Navia, nos acoge en su catarsis de creatividad. De una parte, la huella indica el rastro que nos llevará a lo que andamos buscando. Por otra parte, la sombra indica el reflejo de algo. Juntando ambos términos, que la huella que seguimos es sólo el reflejo de algo, no es huella original. La creatividad del autor nos conduce a desentendernos de la realidad para iniciar un juego de reflejos, a leer y conjugar con su guía, el resultado de ese juego de reflejos. El gozo de los sentidos es una perceptiva del reflejo. No en balde, este juego es el mismo del Quijote/Quijano/Sancho/Cervantes/Cide Hamete Benengeli. Un juego de reflejos de identidades. En la Primera parte ya gozamos de cinco poemas atribuidos a dos figuras “tristes y airadas”, poemas de ermitaño orante y desengaños existencialistas, pero cargados de esperanza y de ángeles erguidos “De Dios tuve lo que nadie da nunca/ lo que a todos les di, tan sin medida” o “Y firmo/ sin testigos/ cargado de esperanza pese a todo/ creyendo que la luz ha de llegarme/ más tarde o más temprano, que carajo,/aunque la sed de luz me ahogue ahora”.

La originalidad del autor, consiste en presentar estos juegos de reflejos a través de un lenguaje de marginalidades. La marginalidad primera del lenguaje de los ermitaños, aislados de sí, y que no dejan más huella que su propia oración como sombra. El lenguaje de quien se sabe fuera de sí y del mundo, en su mismísimo desengaño. A través del lenguaje cinematográfico, eligiendo personajes tan marginales como los de Río Bravo, prestos a morir al día siguiente o el de Christopher Lee, siempre Drácula, a sorber esa sangre que le convierta en otro; y otros actores, como el español Paul Naschy o ese esperpento de cara rocosa y ninguna cualidad interpretativa, Charles Bronson. Expresión característica de esta marginalidad es el poema navideño de Campanilla, y sus versos finales “Y es que soy muy pequeña, y sólo tengo/mis alas de cristal y un vuelo breve”.

Hay una intencionalidad doble en este poemario, ponernos ante una categoría como lo trágico, un ser humano desbordado por su marca, un destino adverso que debiera ponerle ante la huella de su impotencia; sin embargo, el tomarse esta tragedia a través de la risa, de su sombra nietzcheana, el placer que anida en la misma tragedia o su sombra, la sombra de la huella, la sombra del viajero, “Pero en el fondo/ detrás aún de este horizonte/ acaso muy detrás del fin de mí mismo/ está esperándome otro saco sin fondo de esperanzas/ y un kilómetro imborrable de huellas abiertas al tiempo”.

Y así, muy Nietzschanamente, muy Cervantinamente, López Navia nos dice que la belleza que buscamos en el mundo, en la lectura poética, no se encuentra en la luz ni el orden, sino que la Belleza esté en su sombra y en su huella, en la sombra y en la huella que el hombre realiza en el mundo “No creas que lo olvido/ yo ya sé/ que tú y yo somos el mundo”.

3/20/2008

Basallote Muñoz, Francisco, Libreta del caminante, Edita Consejería de Educación del Gobierno Andaluz, 2007.

Basallote Muñoz, Francisco, Calendario Manuscrito, Edita Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, Madrid 2007. Premio de poesía Encina de la Cañada 2007.

El poeta andaluz, de Vejer de la Frontera, sigue en su línea ascendente en la comprensión poética de la naturaleza, y nos ofrece los dos últimos trabajos en ese sentido, La libreta del caminante y el Calendario Manuscrito. Este último, se ha convertido además en el último premio de poesía que se entrega en Villanueva de la Cañada.

Francisco Basallote es una persona primordial, claro, sencillo y emocionante; y las tales características las refleja en su concepción de la poesía, cristalina. Los poemas de Basallote se construyen en un lenguaje elemental, fundamental e indispensable, esencial y primario, buscando transmitir los elementos paisajísticos que pinta. La poesía de Francisco Basallote, es pictórica, muy pictórica. Pinceladas construidas con una lengua viva y primordial, palabras posees el antiguo/ oficio de los ciclos”, para hacer evidente lo puro y palmario, casi palpable la naturaleza íntegra “en la claridad de la arena/ el silente abrazo de la mar”. En esta sencillez que emociona se encuentra la creatividad poética de Basallote. La natural fruición de la naturaleza en la natural sencillez, he ahí la elemental catarsis que comunica nuestro ser con el paisaje y la naturaleza, y emerge la belleza.

Cuando comenzamos a leer un libro, y más si es de poesía, buscamos de inmediato la atracción de lo extraordinario, un algo de más que resulte raro o extraño, al oído o en la sintaxis. Piensa el lector e incluso el crítico y el autor como autor, que la extrañeza, la rareza, configuran la originalidad de los que leemos. Así, en lo expresivo o representativo, en lo sensible o material, queremos hallar lo extraordinario, la rareza. En la simbología extraña, en la elaboración de ideas o sintaxis, en las palabras que se eligen y entrelazan. Si no hay rareza, no hay originalidad. No lo intentéis con Basallote, que su originalidad surge de inteligir la naturaleza con un lenguaje sencillo “la memoria es luz/ en esta puerta de Purchena/ donde el aroma de la tarde/ es tiempo revivido…” o “la misma espuma/ del sol en los castillos del viento;” : conjuga mar, sol, arena y viento, en los castillos, fusionando lenguaje y naturaleza, con originalidad que no necesita extrañeza.

Busca Basallote atrapar la armonía que expresa la naturaleza, esa armonía que se encuentra en la relación de la partes, y que él traspasa a su lenguaje, a sus poemas, y utilizando el contraste en la metáfora “bebe el agua de las clepsidras/ y sigue el ritmo de la sangre”, “la vega es fuego/ de llamas verdes”. Es curioso, que a través de la armonía y el contraste, se llegue a expresar y atrapar, la unidad de la naturaleza y el lenguaje. De esta manera, consigue el poeta que nos asombremos de la realidad que el poeta nos ha hecho observar, que deja de ser al de su Vejer natal, la del sur soleado, y se convierte en nuestra propia mundanidad. Si la poesía quiere sublimar la realidad, distinguirla y realzar, pero también evaporarla y volatilizarla, ennoblecerla al disiparla, la poesía de Basallote lo consigue “Un resplandor/ viste de luz las cosas,/ entre lo oscuro/ su palpitar/ es alegre lascivia/ como preludio/ adivinado/ de su cumplida gloria”.

Al ir leyendo, es evidente que nuestro poeta busca la expresión de la belleza apolínea, la belleza de la rectitud, del sol y de la luz, de la unidad. Sin embargo, la embriaguez que nos inunda, proviene de la junción de la naturaleza y lenguaje, y se la da el lenguaje mismo. Este lenguaje se implica con la naturaleza y la convierte en un puro reino onírico. El lenguaje de la claridad, de la sencillez, que impregna la armonía de la naturaleza con la embriaguez narcótica de la individualización.

Este lenguaje de la emoción, tan sencillo y puro, que la disipa, tan claro, que la honra, es el que nos reconcilia con la naturaleza.

3/15/2008


A FERMIN HEREDERO, por su libro “ALACENA DE TU PRENDA”. Rialla Editores, Valencia, 2000



Ya lo dijo el poeta: la hay que com - partir, porque la realidad se disimula así misma de triste manera; la hay que intervenir porque la realidad comparece siempre tal que se semeja impropia – y hasta cuando se asimila como la mía, me la arrebatan los demás.

¿Intentar hacer versos alegres – de la esperanza o de la pulcritud y de la esterilidad ante el blanco papel?– comparece la pregunta tan irreal, tan irracional, como la pretensión de que la poesía sea pura o perfecta (la única manera en que la entiendo, debo abrirle los brazos y acostarla a mi lado, compartiéndola en la obscenidad de una lectura con alguien que desnuda su alma, qué terrible acaecer como sarnoso amante compartido: y portar al poeta) y sólo así permitir la entrada en mi casa (donde ni siquiera una palabra mía es una palabra tuya o es una palabra nuestra) a un verso.

En cada mirada un verso: como aquellos pobres amantes que tanto les daba el buen coito como un pulcro soneto y se lanzaban desde las tapias enredados en sus sexos o en sus sonetos – al caso, lo mismo sea y con tanto amor podamos construir un próximo verso o un próximo coito, por si el acaso rutinario, y acontezca cual semejante el divertido di – verso o bi - verso.

¿Entiendes ya porque no se pueden hacer poemas de la alegría, con alborozo, a la jovialidad? Respuesta: porque tras el coito adviene la tristeza. El hombre es el único animal que entristece tras el coito – y algunos de ellos fuman cigarrillos para matarla y quienes escriben poemas (penados, por supuesto) para apesadumbrarse con la tristeza y recordar el coito y el soneto, para atrapar la tristeza en las propias redes de lo incierto, pongamos por caso, lo que hay en ella de mí, este pobre yo.

El coito y el soneto, tales armas para atrapar la tristeza, y quizá un lamento que siempre provoco para admirarte y concienciarme de que es posible el verso, tal que pellizco que nos abre los ojos a un espacio diferente y siempre ya más cuajado por la tribulación.

El penúltimo verso: lo escribe un poeta amigo adicto a todo, que no halla el verso ni el poema ni la perfección ni el coito y se abre las venas e inscribe en el frío mármol un postrero R.I.P. – y es probable que esto nadie lo denomine bajo el rótulo de tristeza: oh! Sí, Dioses y Diosas de la vida.