3/21/2010


Itinerario Humano: Chiapas (cuaderno de viaje)


Fermín Heredero y su nuevo libro

El escritor de la ribera del Duero, Fermín Heredero, ha sorprendido a extraños, que no a propios, editando en Gran Vía, la editorial burgalesa, el libro de viajes, “Chiapas. Cuaderno de viaje”. Todos expectantes aguardábamos un nuevo poemario con esos de versos humanamente sorpresivos (quizá por ello subversivos), o algún nuevo libro de relatos de la nostalgia de pan y sol, o una novela con los mismos motivos antedichos, y se extrae de la manga, mago de la palabra más clara, un libro de viajes. No un libro de viajes de esos que marcan un itinerario y el autor va mostrando calles y escaparates, montes y escaparates, playas vírgenes y escaparates, y mucha sociedad del ocio en lugares exóticos. No un libro de esos de viajes que cualquiera puede escribir consultando internet, cuatro libros de costumbres y diez o doce fotos extrañas, que se encuentran en libros de exotismo.

Un viaje natural

“Chiapas. Cuaderno de viaje”, es un libro de desbordes, de la naturaleza de Chiapas y de las gentes que la pueblan. Un libro de viajes a la manera de Fermín Heredero, que siempre realiza una arqueología de sensitividad y se permite la humildad de dejarse llenar por lo otro, tanto lo otro objetivo, la naturaleza, como lo otro subjetivo, la gente, y alcanzar así esa experiencia de entreverarse que permite asumir lo distinto como propio.

Viajar y entreverarse

Esta consideración de la entreveración nos la notifica el autor desde la primera pagina, cuando el verde y azul se funden y crean (y esta es la palabra que emplea el autor) Chiapas. Con esta entreveración el autor va a narrar el viaje que realiza por Chiapas, tanto por el interior como por su costa. En ese instante, la sensitividad del viaje coincide o se hace palabra en la narración de las vivencias, las conservaciones. Muchas anécdotas salpican aquí y allá el libro y que van plasmando a los viajeros y a los lugareños pero a su vez se convierten en informaciones valiosísimas para quien quiera ponerse a su vez en marcha. En cada capítulo vemos al autor describiendo la naturaleza y a los personas humanas que pueblan esta naturaleza pero moviéndose, viajando, porque él es pasajero en esa naturaleza y pasajero con esas personas humanas. A su vez vemos lo cotidiano de alquilar un vehículo, por ejemplo, junto con las vicisitudes que esto provoca en aquellos lares, mientras ante nuestros ojos se van describiendo leyendas reescritas para que nos seduzcan.

Se entiende ahora quizá porque hemos elegido la palabra entreverar para describir el texto: el autor ha mezclado la naturaleza y las gentes de Chiapas introduciendo su propia alma entre las mismas, para que la empapen de los colores propios de cada uno de ellos, y curiosamente, no nace de ese entreveramiento el desorden, sino un orden distinto, un orden que siempre extraña pero que nos provoca una modificación de nuestras vivencias y nuestra sensitividad.

Leer y viajar: viajar leyendo

La lectura de “Chiapas. Cuaderno de viaje”, introduce al lector en esta entreveración, y nos encamina a esa mezcla de colores, de olores, de las sierras o de los mimos olores y sabores de los cultivos que miran al golfo. Un libro necesario para quien gusta de tener a la vista el resultado mismo del viaje, a veces sin moverse del sillón, porque el propio libro es el viaje. Quizá esto es el hallazgo de Fermín Heredero, proponer no la lectura de un libro de viajes sino el viaje mismo en un libro que transporta a quien lo lee a ese viaje.

Ruíz Ricardo, El hombre crepuscular, Ed. Devenir, Madrid, 2009

Ricardo Ruíz es escritor escorado coloquialmente a la poesía, a la crítica y se encuentra profundamente arraigado a lo que es la generación del 63, lo cual es decir mucho y suficiente. La generación de los nacidos en el 63 son la generación de la des – identidad, así los denominé; y la generación del abismo, también; o aquellos que nunca llegarán a nada, vivamente.

La generación de la des – identidad

Estos poetas del año 63 han nacido sin norte, sin mundo, como Ulises después de salir de Ítaca; de ahí, que sólo conozcan el mar y su horizonte y yerren por el mundo a la búsqueda perpetua de una Ítaca de la que ni siquiera tienen el recuerdo inconsciente pero que les pertenece. He ahí su des – identidad; sea así que busquen todos los abismos y no se decidan por ninguno; concluyan aquí, y, perdidos, nunca lleguen a nada. Quizá a un verso aislado.

Buscando desesperadamente a…

La literatura, pero la poesía en particular, les ha servido como territorio de búsqueda, les ha ayudado como mapa de orientación. Así, nuestro autor, se ha enfrentado a la nostalgia, a la propia piel y a la mismísima literatura, en sus anteriores poemarios, y ha tratado de que cada verso pudiera transmutarlo en un hallazgo para componer su propia carne, su brillante piel.

Poesía y cine

En su último libro, El hombre crepuscular, aúna a la una poesía y cine, el mejor lugar para el amor, y un nuevo territorio que se inaugura para esa búsqueda ampliativa de la identidad, que acabará, definitivamente, en el poema La Isla, territorio de abismos, donde el autor se atreve a lanzar su esperanza de felicidad, pero para más allá.

Lo primero que llama a la curiosidad en el poemario es el lenguaje, que se transforma prácticamente en planos cinematográficos, que, a pesar de servir para que detengan la vida en su instante, la deja fluir hacia la Isla, donde quizá o no, halle nuestro autor su felicidad.

La segunda curiosidad la hallamos cuando los poemas que leemos se entreveran con textos narrativos pero poéticos, diálogos muy cinematográficos, aforismos variados. Una mescolanza de identidades de géneros cinematográficos que nos dotarán si no de identidad sí de un guión.

Oclusión

En este libro, El hombre crepuscular, se dan cita metáforas fundamentales como pistoleros sanhe, metáforas que Ricardo se arranca a girones de su vida contenida, como cigarrillos bogart, y las dispone en los poemas; y alegorías de hombre que se condena a la des – identidad, por supuesto, para bien de un destino feliz, rodeado de abismos y botellas de güisqui bukoski.

Buen escenario para iniciar la reflexión.