11/08/2006

Las dos navegaciones con la poesía de Octavio Uña
Uña Juárez, O., Crónicas del Océano, edita: Ayuntamiento de Zamora, Zamora, 2003, Ilustraciones de José Luis Galicia.
Llega a nuestras manos manuenses, el último libro de poemas de Octavio Uña, el poeta zamorano, que diera rienda suelta a su poesía allá en la década de los setenta con los ya famosos libros “Escritura en el agua”, “Edades de la tierra”, “Antemural”, “Usura es la memoria” o la antología de sus versos “Castilla, Plaza Mayor de soledades”.
Todos estos libros compartían el buen común de la poesía recia que versificaba a Castilla, pero sin imitar a las otras castillas, la unamuniana o la machadiana o cualquiera de las otras, sino que las complementaba, con una voz novedosa, distinta, quizá porque era voz castellana, de la castilla de más adentro y olvidada, de la castilla que al lado del Tera mora, que es río griego más que castellano, porque retorna en círculos rítmicos la totalidad de castilla, incluyendo a los afiladores gallegos, tan presentes en Zamora y en la poesía de Octavio Uña.
Octavio Uña es a la par que poeta, y por ser poeta, sabio, con la sabiduría del que ama el conocimiento, el filósofo, pero que a su vez escritura la influencia del conocimiento en la sociedad, y es sociólogo de la sociedad que dibiera ser comunicativa, y contiene en sí otras tres especialidades más.
Es conveniente señalar que la poesía de Octavio Uña busca integrar el concepto de Castilla en el Conocimiento ( Hay un chopo centinela (...) el sabe de sementeras) pero también la oquedad de ese Conocimiento y de esa Castilla provocado por el mal del tiempo?(allí, en la gran ciudad, quizá no mueran (...) aquí, junto al adobe, un día, de repente, nace un hueco al banco de la plaza)
En “Crónicas del Océano”, su nuevo libro, cambia la navegación en el mar de castilla hacia otros mares que la restituyen y hacia otros lares que no la sustituyen, pues el conocimiento es universal, y tanto da correr por los volcanes de Tenerife, a la muralla china, por aquello que queda más al sur que el propio sur, y, así, vamos viajando a lo largo de la totalidad del libro por la totalidad de los mundos nunca mudos, de verso en verso volando en un aire puro, hacia el descubrimiento de cualquier lugar en un anclaje determinado, donde la mirada inquisitiva y discerniente de Octavio Uña encuentre un motivo para la pregunta reflexiva o para la reflexión que acaba en pregunta inquisitiva, para el sentimiento que se transforma en conocimiento, para la intuitividad reflexiva y la reflexión intuitiva (esta hermosa medusa de agua dulce,/esta pobre medusa boca abajo/ dicen que no hubo maldad, pero condenas sufre) (si te quieren, tal vez, que sea en la mar)
Navegamos del mar de Marmara hacia Thera y de Thera hacia el comienzo del Milenio en la muralla china, junto a una taza de té (este cinco de jade de Ding Ling/ estos vasos y cobres de Xiao Jing/ dejan noche en los ojos y memorias/ silencios de navíos/ hundidos y remotos en el mar) y finalizamos en el sur que está más allá del sur, por ejemplo en Waiotapu (que un poeta, te digo, no debiera/ jamás mirar aquí) y terminar asombrados y “sembrados por la mar y la aurora”.
Y ahora se pregunta quien ha comenzado el viaje con Octavio Uña, ¿son novedosos estos mares que inhiban el mar de Castilla? ¿Cambia tanto el registro de voz poética de Octavio Uña que Castilla quede barada en el cielo azul y jalde de un mar de trigales y olvidada? Se me ocurre que a los versos le vienen al caso, que como un Quijote, Octavio nos dice que aquello que allí vedes no es Castilla sino un mar que nos llama para desconocernos (ay! Si fuere filosofía hablaríamos del ser que sale de sí); pero siempre hay un Sancho que avisa mire vuesa merced que aquello que allí vedes es Castilla; y así el libro vuelve a Zamora, a Castilla, a navegar de nuevo por ese duero Duero, que pudiera pintar Durero, exactamente a los sepulcros de Sansueña, a las mortajas de Aliste. Es decir, al verdemar de los chopos del Duero, que van a dar a la mar, pero retornan (que nunca que el ser saliera de sí no volviera cabe de sí: pero esto es filosofía)
Oh mar, morir ante ti/ y en tus corceles mi alma.
Revelemos por último que las ilustraciones de José Luis Galicia imprimen a los poemas de Octavio Uña un golpe de viento, como si las llevara y las trajera de la ilustración al poema, el poema a la ilustración, en una sincronización de plumas (de dibujante y poeta)

No comments: