11/16/2006

Las ballenas no comen napolitanas
Castro, Luisa, Señales con una sola bandera, Poesía reunida (1984 – 1997), Hiperion, Madrid, 2004
La editorial Hiperión nos regala con la reunión de toda la poesía que hasta la fecha ha publicado Luisa Castro, desde su Libro Póstumo (1984) a De mi haré una estatua ecuestre (1997).
Por cierto, tras la relectura se me ocurrió preguntarme ¿cuánto tiene de postumidad la ecuestridad o cuanto de ecuestridad la postumidad?
Desde que se diera Luisa a la ecuestridad parece haberse dado a la postumidad poética; a la postumidad en la escritura nunca, que, a mi gusto, ha donado Luisa al panorama literario español, novelas que la consagrarán (desgraciadamente a su muerte, que en nuestro país sólo la muerte dignifica) como la “nueva Castro” del siglo XXI.
Muchos de los libros poéticos que aquí se reúnen se hallaban fuera de catalogación o perdidos para el mundanal lector ha tiempo (se iban a convertir en póstumos o ya lo eran), salvo, y lo corroboró porque lo pedí a la editorial, Los versos del eunuco (1986, I premio Hiperión de poesía).
A partir de hoy, se rescata para la pupila que pestañea una de las líricas más diáfanamente surrealistas, más surrealistamente diáfanas que diera Ca – leach (Galicia, literalmente, en una de las hijas de la diosa madre más literariamente deliciosas)
Se ama la poesía de Luisa Castro y a Luisa Castro (o se ama a ambas, inseparables) porque se delata a sí misma como la forma real de acceso a la sur – realidad, a lo que yace debajo de la realidad vivida. No creáis que su poesía y la escritura es esa forma de huida o que conforma una especie de diario de una huida (a la manera de alguna poesía norteamericana de los setenta, no)
Diario sí que es, porque todos los libros de Luisa parecen ser lugar nocturno de reflexión y confidencias y, además, es confidencia que habla de “amaneceres apócrifos”, donde “despierta el hombre habitándose”; o los “dinosaurios que en el ombligo comen frutas”; o “de unos dedos que incendian el útero” y “así nazco”, por supuesto, “dividiendo el mundo por dos”.
Es confidencia sincera, por cierto, y muy cercana a la polución nocturna, que sin querer nosotros se tiene, porque lo ha concretado inconscientemente nuestro deseo.
Es confidencia seria, rayana en lo filosófico en todas las ocasiones (por ejemplo en los seis poemas sobre leones, que forman parte del libro Ballenas)
Pero sobre todo reside la belleza de su poética en la declaración de principios que cierra el poema Filosofía de Maria, “Quede en la corteza lo que el corazón no ama / no pase hacia dentro lo que el rompe el corazón”. Una belleza poética que nos traspasa pidiendo – nos que reconstruyamos el corazón de este nuestro mundo a la manera material y con la harina (¿de este y del otro costal y de todos los costales?, nos da por preguntar)
Los versos que hemos ido eligiendo por ejemplificación, nos pone a las claras la originalidad de Luisa: un verso que habla de temas claros y diáfanos, tan blancos como la propia harina con la que pide nos re – construya - mos el corazón: la madurez literaria, el padre como figura cercana / lejana, la madurez personal como un viaje en el vientre de la ballena, la conveniencia de la batalla contra la realidad ficticia construida sobre la Historia, la precisión de construirse a sí mismo sobre fundamentos de una filosofía popular familiar.
Los versos de tema claro viven y se originan por completo en la frontera de la sur – realidad, que los dota de una profundidad filosófica y con la función prioritaria de golpear a la conciencia dormida y cuasi burguesa – socializada del lector ( que ha de avivar el seso y el sexo y el saxo por un sexto senti – miento dalailámico)
Resulta agradable la lectura de estos versos que nos fronterizan a la sur – realidad de lo diáfano, con la diafanidad de lo familiar filosófico, y, a su vez, también agradable la recuperación editorial de unos libros de poemas que se constituyeron en el alimento de una generación que fue abocada a la nieve, a desaparecer, de los que pensamos todos nosotros que habrían de pertenecer a una persona con una edad incierta, y no nos equivocamos, porque sólo las hadas gozan de una edad incierta.Es decir, poesía del Hada que es Luisa Castro, en cada verso da un beso a una ballena que nunca probó una napolitana (aunque tragase a su vientre a todos los chicos de la ciudad)

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