11/16/2006

La humanidad en el poema
Leopoldo de Luis, Obra poética (1946 – 2003), II Tomos, Editorial Visor, Madrid, 2003.
A estas alturas de nuestra vida sabemos quién es este poeta cordobés, nacido en 1917, Premio Nacional de Literatura en España en el 2003, además de premio “Pedro Salinas” del Ateneo de México en 1952, amén de otros muchos premios en reconocimiento de su hacer y su haber poético, pero la humanidad que acredita en sus poemas.
A estas alturas de la vida y la historia, no pretendemos bajo ningún pretexto tratar de descubrir a quien ya fuera definido como la “voz poética más grave de la postguerra”, que es como decir, Leopoldo de Luis.
A estas alturas de la vida y la historia sí que deseamos fervientemente llamar la atención al poeta que todos llevamos dentro para detenernos, deshacernos del estrés de la vida y recomendar la lectura en la edición antológica de toda la poesía que hasta ahora ha publicado Leopoldo de Luis y que ha realizado la editorial Visor.
“Crecen las dulces ramas sombreando la frente,
abriendo un corazón de pájaros y anhelos.”
A estas alturas de la vida y nuestra historia creemos imposible tratar de descubrir esta voz poética, aunque sí que igual podemos hacer que suene en el duro oído juvenil, que nada hay más a gusto para un poeta si no que el niño que todos llevamos dentro descubra el valor de hipnosis del lenguaje y, de paso, si se le hace caer en la ocasión de una meditación transcendente y transcendental, al paso pero no al paso, no procesionalmente, profesionalmente, sino que le hacemos caer en la cuenta de esa necesidad en este instante, tanto mejor.
“Han pasado años.
Angustia comprenderlo. Tanta
vida...”
Pero así como sin querer, como el que habita una ciudad o ve cerrarse una herida o como aquel que verá morir la primavera o como aquel que no sólo nadie le espera en algún puerto sino que no hay puerto donde se le pueda esperar...
“Alguien está esperando en esta tierra
ahora mismo, debajo de la nieve”
A estas alturas de la vida y nuestra historia también se hace innecesario decir que quizá, o sin quizá, nos encontramos en Leopoldo de Luis ante el más caótico y envolvente, ante quien se zafa pero se conmueve, discípulo (¿o es palabra muy fuerte para estos tiempos sin maestros?) de Vicente Aleixandre. Que como él se conmueve ante la espada y se estremece ante el labio, pero pide el horizonte y el juego limpio, y exige con los cinco sentidos la luz a nuestro lado para romper los reformatorios de adultos...
“La vida es una extraña mujer, un hombre extraño
que empecinadamente se desnudan
y van a un mar que espera silencioso
y oscuro, sin oleaje y sin espuma”
A estas alturas de su vida, cuando se comtempla la obra acabada y la imposibilidad de escribir un verso más que añada una pincelada al discurso poético, algo más de lo que ya se ha añadido tras sesenta y siete años de toma y daca, de vaivén, de versos que encogen, sobrecogen, recogen, la vida y el ser, la palabra en definitiva, palabra de ser y de amar, de recogimiento en la amada real en el cuaderno de San Bernardo, qué decir de Leopoldo de Luis.
“Escribo entre los muros de una vieja
fortaleza. Me tienen recluido.
Me acerco a la frontera de una reja
que forman pena, soledad y olvido”
A estas alturas de su vida, cuando ha recogido premios y menciones, evocaciones y discursos, recesiones en la totalidad de revistas y periódicos, y que el dirigiera revistas de poesía y ayudara y diera los primeros pasos con infinidad de poetas ya consagrados, ¿qué señalar de Leopoldo de Luis que añada algo más a las palabras de su antologador Ricardo Senabre?
“... El largo y fecundo itinerario de Leopoldo de Luis: una trayectoria poética ejemplar, testimonio de una vida en la que el sufrimiento, la amargura, el amor, la solidaridad, la ternura y la rebeldía ante la injusticia del mundo han ido cristalizando en una obra artística admirable...”
Dejadme que la advierta: después de una vida ejemplar dedicada a la poesía, a la labor poética en la escritura y su antologación, en la realización de libros poéticos y la dirección de revistas donde se recopilaban todos los poemas de épocas más fecundas (en calidad poemática) de la historia poética, queda hablar de la humanidad, de la persona, del Luis que se sienta a tu frente y dialoga de la poesía, de ese usted que no se descabalga del usted a quien dirige su palabra cabal.
Y dialoga con cariño y buen recuerdo de todos y cada uno de los poetas conocidos, y siempre destacando la positividad y el buen hace poético de los mentados, sea Miguel Hernández, sea León Felipe, sea Vicente Aleixandre o sea el último poeta por el conocido. Siempre destaca lo positivo.
“Llegó la soledad, y no me he muerto.
La soledad me abre su desierto
Y me quedo a vivir entre sus brazos”
Y esto habría de bastar para que tú, joven despreocupado que no sabes qué hacer esta tarde y estas desencantado de políticos sarnosos y guerreros, vuelvas tu vista a estos dos volúmenes de poesía con mayúsculas, de humanidad enorme y magisterial.
Leopoldo de Luis solidaridad, ternura, rebeldía, amargura, amor, amistad, y un verso. No lo pierdan ustedes de vista.

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