11/16/2006

Las andanzas de un joven arcaico
De La Sierra, Carlos, Olegario De Nicodemus (Venturas y desventuras de un Cristiano viejo) Editorial DOSSOLES. Burgos, 2004
Recién publicado, aparece en las librerías de la provincia burgalesa el último libro de Carlos de la Sierra y la penúltima aventura de ese ser metedor de patas, enamoradizo pero asustadizo, al que todos los perros le donan sus pulgas, tan lleno de cuitas como un verano burgalés lleno de abandonos y repeticiones, Olegario de Nicodemus, y que publica la editorial burgalesa Dossoles. El libro además va precedido de un breve prólogo de José Luís Charcán, que se hace terriblemente iluminador de lo que acontece en la novela.
Pero vayamos por partes.
Olegario de Nicodemus no es personaje nuevo en la bibliografía de Carlos de la Sierra. Por lo menos en “Olegario el del centenario”, que recogía y se regocijaba refocilándose en las fastos del noventa y dos, y que Carlos me rectifique, pero le creo el personaje nostálgico y armonioso, lírico y sentimental, de “Los santos días del pasado”, aunque en esta novela acudiese a nos con la piel de otro. O quizá Olegario siempre tiene la piel de otro, y he ahí su seducción y su buen delineamento como personaje.
Esta última novela compromete a Olegario en un viaje al pasado burgalés, desde 1477 hasta su descanso real en ese edén de tropicalidad donde encuentra el descanso de amoríos imposibles.
En realidad, podemos definir la última novela de Carlos de la Sierra como una “road – novel”. En las “roadmovies”, alguien realiza un viaje de iniciación o de cumplimiento de promesas o de descenso a los infiernos. De la misma manera, en esta roadnovel, Carlos de la Sierra nos lleva sumariamente por todo tipo de novelas de aventuras, de diario, de descubrimiento final imprevisto, de caballerías, de las malas artes del lumpemproletariat, picaresca, y más, y más.
He aquí su característica más propia: es una novela de novelas. Cada capítulo (trancos, a la manera de CJC) es una historia en sí misma, que se puede leer por sí misma y al que sólo echamos en falta que no acabe, que no tenga fin, que cambie de capítulo y se reinicie una nueva historia en otro lugar (¿y en otro tiempo?) Porque el amigo Olegario cuenta su epopeya de pulgas mal rascadas y es lo que se debe seguir, el cauce principal de la historia.
Uno de los capítulos esenciales de la novela es el paso del personaje central por Aranda. Aquí enamora de mujer y la desazón le hace evidenciarse como cabalero de amores que marcha a la guerra por olvidarse de ella.
Burgos, Aranda, Granada, Sevilla, Palos, América, Isabel la Católica, Colón, mequetrefes que quieren ser alcaldes, un pueblo que sólo posee la picaresca, la envidia también, y un personaje maravilloso, etéreo, angelical, Marianilla (¡ay!) van surgiendo en la lectura, ante nuestros emocionados pensamientos, barruntando el final, imbricándonos de la historia en la Historia, pero con un deje sarcástico y burlón, que me gusta. Pero el final, cuando sucede, no es final, que es comienzo, que es imprevisto.
Carlos de la Sierra presenta una novela donde ha sabido compaginar la historia de un malhadado truhán que nos es truhán y sí perro de pulgas con la Historia de España que se celebra en este momento. Y aunque el autor le ha dado un tratamiento especial, original, propio, toda esta Historia está documentada de manera precisa y bien rumiada para presentarla al lector.
La historia de Olegario mueve a la risa compasiva y a la envidia al conocer el final de sus peripecias, a la lágrima solidaria por el azaroso abandono de su angelical amor y a la tristeza por el desconocimiento de la totalidad de su historia, impublicada por culpa de un impresor más “vivo” de Rojas.Nos presenta Carlos de la Sierra a través del a editorial Dossoles, una novela bien escrita, bien documentada, con un tratamiento original y que mueve a un sinfín de caóticos sentimientos contradictorios, donde prima la imaginación en un tiempo de papagayos realistas, y es de sumo agradecer y perfectamente recomendable su lectura.

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