11/17/2006

La quinta del 63
Varios Autores: Quinta del 63, Editorial Celya, Salamanca
Hay varios motivos para acoger entre las manos esta recopilación de poemas, antología o “monstruario” filo–coetáneo, y ninguno de ellos baladí.El primero es que entre todos los recopilados hay variados autores de distintas provincias, y el provincianismo o que un provinciano de mi provincia esté en este libro hace que lo compre o multitudes así actúan, que no piensan, pero quizá sea esta razón la menos influyente a la lectura de este libro, aunque siempre hay quien lee un libro por el corazón del paisanaje, y sea baladí.La segunda razón, que todos ellos nacieron en el 63, cifra mágica donde las haya (y si no, consulten ustedes la numerología). Todos ellos están en torno a los cuarenta años o un poco más y eso quiere decir que se encuentran en su tercera juventud o en la primera madurez, entre Virgo y Libra, es decir, entre el sexo y la justicia y en la justicia del sexo, ¿alguno ajusticiado por el sexo? Pero todos muy sensuales, por cierto, y eso queda claro en los textos (¿y en los testículos?) en cuanto uno abre el libro y se encuentra en un coche camino de Galicia (¿puede haber algo más sensual que ir camino a Galicia, a un monasterio y no llegar nunca porque de inmediato te legan “poe-sainajes”?)La tercera razón es que todos ellos nacieron cuando moría Kennedy, Juan XXIII y Silvya Plath. Y todos ellos andan entre el tiro, la bondad y la muerte, temas confluyentes en todas las poesías que ustedes leerán. Y, además, se evidencian, se transparentan angélicos; pero el único ángel que les tocó fue el ángel de la nieve (tan oscuro y hasta marrón).La cuarta razón es aromática. Sepan ustedes que los libros huelen y se esnifan, por cierto. Yo soy aquel que en las librerías se oculta (o en las bibliotecas) y esnifa los libros. Hay muchos como yo, pero todos son de la quinta del 63, y queda como marca de la casa. No se puede resistir: en cuanto poseen un libro en las manos, quieren absorberle el olor todo, aspirarlo, empaparse de él, inundar los pulmones con la sustancia estupefaciente que más engancha: el olor de un libro.¿A que huele la “Quinta del 63”, es decir, este libro que comentamos? Huele a “calle y furtividad” (L. Alas), a “nudillos y excedentes (J. Barral), a “retinas y oraciones” (A. Linares), a “enigmáticos padres” (K. Murua), a “horizontales derrotas” (C. Aganzo), a “irrevocables adolescencias” (J. Alejandre), a “otros, siempre a otros y a septiembre” (J.M. Calles), a “cruento encuentro” (E. Fuentes), a “esencia de pisadas” (J. Gonper), a “tímido tango e infancia” (B. Hernanz), a “aliento de ausencia”(J. Mateos), a “amanecer fugitivo” (R. Ruíz), a “deseo, aristas y símbolos” (A. Escribano), a “idiotas en verso”(B. Reyes), a “Dios en catorce nubes” (J.A.González), a “la rosa ansiosa de Freud” (L. Liibbe), a todo eso y a más, si atreves a la mezcolanza, a la mezcal–anza, también, y lo entremezclas sin rubor y alegremente.Y todo ello junto extasía, desde luego, en mitad de una biblioteca pública, oliendo o leyendo, u oliendo leyendo, grandes esnifadores de literatura y poesía, mientras Valentina Tereshkova anuncia a algún bolchevique borracho que ha visto pasar un objeto al lado, en la ventanilla de fumadores de su nave espacial.

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