11/17/2006

Gotas de lluvia que al caer
Hojas de lluvia, Santos Jiménez, Editorial Celya, Salamanca, 2003
Tras el “Diario de un Albañil”, publicado en el 2001 por esta misma editorial, ha llegado a nuestras manos el último libro, hasta la fecha, de Santos Jiménez, para ahondar en la persecución de un lenguaje poético basada en la síntesis. ¿Qué queremos decir? Cuando aceptamos y si aceptamos que la realidad es dialéctica y cualquier conocimiento que realiza el hombre es dialéctico, incluyendo el poético, la síntesis supondría la asunción de lo dado y lo pensado. Lo pensado es siempre tesis, lo dado es siempre antítesis, lo real – pensado es la asumido o “la canción costumbrista del leño en la lumbre”.Asumir es una palabra grave, porque implica que aceptamos, damos el sí, tanto a lo dado como a lo pensado, trenzar el día tanto con lluvia, humo, niebla. Probablemente la palabra asumir requiere saber integrar lo positivo y lo negativo e integrarlo. Saber trenzar lo uno en lo otro, lo otro con lo uno, en una urdimbre de amor, amistad, cariño, sinceridad, honestidad, que son las palabras que con gravedad de espada de Damocles gira sobre el lector de este poemario.Quizá lo más poco juicioso que ocurre en la vida es que los demás te pidan lo dado por lo pensado y lo pensado por lo dado, destrozando de esta manera la jugosa síntesis que había ocurrido en el verso penetrado “que no, que no me pidan tus ojos / lo que debo a tus labios”.Por eso Ulises ha de salir a la búsqueda de verificar su trenzado, su integración, su asunción. Volver a asumir lo asumido en un periplo por las cercanías primero, las lejanías después, de las propias palabras, de lo concebido, que es palabra cercana a asumir, para convertir lo creado en con – sentido.De este periplo por “la rosa de invernadero” sólo emerge que “no hay luz, ni remedio, ni mordaza, ni lluvia, ni consuelo”, que sólo queda con su misterio intacto (es decir sin digerir ni interpretar o asumir) “la sardina de tus ojos”.El conocimiento final del poemario de Santos Jiménez nos deja en la perplejidad de entender que no hay nada que asumir, lo asumido no tiene misterio. Sólo posee misterio el otro. Pero, ¿es el misterio el final de la vida, la finalidad del poema? Es la pregunta que queda en la mente de quien lee, y es pregunta que otorga belleza a la totalidad del poemario.Santos Jiménez intenta dar toda esta información de conocimiento poético en un lenguaje conciso, llegando a la condensación: lo máximo en el mínimo significado posible. Fíjense, cuando lean, sino, en el primer poema, que es una tesis doctoral sobre el significado de la poesía en trece versos, aunque luego su desarrollo componga la primera parte del libro.Y resulta original que revele, en un apartado de su artesanía poética, a proponer que el poeta nunca verá el poema acabado, como la madre que muere al dar a luz “ojos sin descanso / que no verán / el perdigón”La originalidad de Santos Jiménez la encontramos en un lenguaje amplifica significados interpretativamente hablando, desde la máxima condensación posible sígnica. La poesía de Santos Jiménez es muy recomendable porque tiene un valor enorme cuando nos interesa, sobre todo, intimar en el significado de la propia poesía, desde el conocimiento meta – poético, consideramos, al que nos hace viajar como si el mismo fuera, en su carne versicular, Ulises conductor y las sirenas hechiceras.

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