11/13/2006

E a casa vai, indo
VARCÁRCEL L. XULIO, CASA ULTIMA, ESPIRAL MAYOR POESIA, A CORUÑA 2003
Deseo proponeros la lectura de la obra de Xulio, Casa última, una obra que es como los higos, según proponía en el poema del mismo título D.H. Lawrence, que cuando los tenías en la mano parecían machos, pero cuando los comías, decidías con los romanos, son hembras. Algo semejante nos ha de pasar a nosotros cuando intentemos leer la obra de Xulio.
En la primera lectura que realicemos, y si sólo nos quedamos con la misma, nos parecerá que se trata de un libro de poemas en el que se intenta explotar al lector sobre la base de la nostalgia para con un mundo que está en descomposición, o en desaparición total. Esto creo que es lo que le ha sucedido a mucho crítico, que no ha ido más allá de este encuentro tan revaival y visible.
Sin embargo, cuando uno lo relee con la afectividad debida y consentida por el texto, lo que parecía nostalgia se transforma en un sentimiento mucho más profundo, inclasificable y novedoso.
En realidad creemos que se trata de un viaje, donde se ve trasladado el viajante poeta y el acompañante lector, al pasado y al futuro y al presente a un tiempo. No es propiamente hablando un viaje en el tiempo. Es un viaje en el espacio. No es un viaje nostálgico, es un viaje de esperanza.
Para realizar este viaje nada mejor que el mejor navío que pudiéramos gobernar o que nos gobernase un gran patrón, que es el poeta, que es Xulio, toda su humanidad como guía, todo el amor que puede dar en un verso lo contiene: la casa familiar.
La casa como navío, nao capitana, y la casa como verso que todo el amor contiene, que el tiempo detiene en cada uno de sus rincones recónditos. Y va de la mano escriba de un capitán con maestría de poeta, o viceversa, Xulio L.Valcárcel.
Nos enseña este capitán que la memoria no es acto de nostalgia y que la poesía no es acto de memoria recuperadora de lo vivido o lo sentido o lo barruntado quizá; más bien, la memoria si algo es, resulta memoria del ya, del ahora, del vivido instante que nos con – grega y nos establece como con – versadores, con – verso – dores, que se dia – loga mejor.
Si el logos es algo es comprensibilidad de lo metafísico presente, y así, y sólo así memoria afectiva que nos implica y nos urdimbre, aunque esta palabra suene mal, sienta bien. Pues afectividad y urdimbre, son carne y sangre, es liturgia de cada día en cada noche en cada verso.
Y este capitán (mirad que me he aguantado: “oh, capitán, mi capitán”) nos lleva de “Quiroga a Sydney / de Guntín a Osaka / de Gondufle a Cuba o planeta / cabe nunhas horas”.
Afectividad, comprensibilidad, urdimbre y presente continuo: puesto que la memoria sólo puede serlo siempre y únicamente del presente. Como los muertos, ese poema estremecedor: que los muertos son “desvalidos, inocentes, infinitamente fatigados”, pero nunca son pasado: ni memoria ni nostalgia.
Son esperanza: que la muerte “ennoblece a quien elige”.
La originalidad del poeta, de Xulio, se yergue fenomenal sobre la base de que quiere conseguir construir la esperanza con fundamento en re, en las cosas vividas, en lo que otros poetas sólo escarban la nostalgia: triste melancolía que alimenta “historias de nacionalistas” (como explica J. Juaristi en su afamado libro “El bucle melancólico”) y Xulio hace emerger la propia vida, Vida, VIDA, sea en Naemor, Palestina o Kosobo; o en los ojos de la abuela, tanto como de los muertos o de esas últimas cosas que una madre retira.
Hay tenéis la intencionalidad en su esplendor: construir la esperanza desde esa memoria metafísica que nos apresa siempre, pero en este caso, obligándola a hablarnos no con peliagudas palabras religiosas, a la manera tomista, sino con el fiel mirar de la vaca labrando la tierra, con la mirada larga de distancias del paisano que se para y nos dice: “vera usted, yo... ”; y no pasa el tiempo.Lo agradable de la poesía de Xulio: no pasa el tiempo, da gusto oírla discurrir entre los muros de la casa cubierta de verdín, vacía y sucia, habitada de fantasmas y sombras, telarañas y un grito de un ratón cazado en el tejado. Pero contra todo pronóstico y contra todo informe, la casa va indo en el proceloso mar de la memoria presente y esperanzada, “¿quén da máis?”

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