5/16/2010

Si te hallas tirado en la cama de un hospital nada hospitalario, con su luz blanquecina reflectando sobre tu cara de enfermo enervado, lo mejor que pueden entregarte tus familiares una tarde cualquiera son los libros de Marta Rivera de la Cruz, actúan como una sobredosis de epidefrina. De inmediato le levantan de la cama, te enganchan, no puedes parar de leerlos y la espera hasta que retorna de nuevo la salud, dura lo que se sostiene el chasquido de mi dedo. Si no puedes con el mundo porque te resulta un lugar de lo más inhóspito y hasta el coro de los niños angélicos se proponen con su canto darte la razón suicida, no lo dudes, tienes en los libros de Marta Rivera de la Cruz ese camino de luz empedrada que te lleva hasta el arcoíris y te transmuta en una Dorothy dorada a la que hasta la bruja mala del Oeste le cae como la bruja buena del norte, sin duda. Si te detiene la guardia civil y vas a pasar algunos años en la trena atribulado por la tribu, pídele a tu familia que te acerque a la prisión la novelística entera de Marta Rivera de la Cruz, que oficiará para ti como la lima lijante y jacarandosa que ocultaba la novia novicia en la tarta artera que cuela a la vez que no mira el carcelero, una puerta de libertad.

La primera vez que leí una novela de Marta Rivera de la Cruz, me empeñé en verla bajo la tenue luz del arquetipo de Pigmalión. Esa muchacha rara de la ciudad de provincias, una ciudad que tiene su ánima en la tierra de mis ancestros, que puede más de lo que tiene y que encuentra a su viejo/joven moldeador de almas desencantado y falto de ánimo, que la conducirá a la felicidad de los tipos unidiversitarios platónicos. Y puede que una tal lectura pudiera acomodarse a lo publicado por nuestra autora. Sin embargo, tras diversas decostrucciones kunderianas, buscando la complejidad de las novelas que proponemos, descubrimos algo novedoso, y que funciona a nivel del inconsciente colectivo. Se trata de la reconstrucción recíproca del ánima del hombre por la mujer y del ánimo de la mujer por el hombre, pero, y aquí hallamos el quid novedoso, intermediado por la presencia del altruismo bondadoso de la eternidad.

Es lo que ocurre en Hotel Almirante, la aparición de una joven muerta, oficia como el desencadenante de la aparición de un joven al que le han robado literalmente la ánima y murió sin más, que nos lleva a la aparición de Juan Sebastián Arroyo, centro de la eternidad de Ribanova, y que desencadena todas las nuevas que vamos recomponiendo a continuación, a través de la librería de Soto o las hermanas Leal. Juan Sebastián Arroyo se presenta así como el Hermes alado, de pasos quijotescos, que deambula desenrollando los panegíricos de la memoria colectiva inconsciente. Lo más importante de la novela resultas ser, como no, las noticias, que se convierten historias, que componen el puzle de novela negra que recompone a la mujer muerta, a Aldao y a los Leal enfrentados, y a los últimos vástagos, que sí tienen otra oportunidad para el amor sobre la tierra.

En Linnus Daff, Juan Sebastián Arroyo es un ser angélico y nostálgico que se trasmuta en Linnus Daff, protagonista de la novela, y, desentrañando el ovillo de una Ariadna que fuma habanos, nos va conduciendo con el aroma de esos mismos habanos no vanos, hasta un final efectista por el caudaloso mar de las historias simuladas pero verdaderas, de amor pero de soledad. Y nuevamente las historias como noticias que se cuelan en la narración van moldeando la Historia.

En Que veinte años no es nada, todo lo expresado se ve con mayor claridad. Cósimo es escritor célebre pero vacío en el hoy, sin ánima; Luisa pretende todo pero no le alcanza hasta que no conoce el ánimo de Cósimo; y entremediándolo todo la presencia hermética de Hermes redivivo, es Juan Sebastián Arroyo, que va desenhebrando la verdad, la mentira, invitando y cumpliendo, pero también pisa el fangoso terreno de la trapallería, del Hades al Olimpo y al Hades de nuevo y a la tierra de los mortales, para conseguir unir las almas desorientadas de los personajes femenino y masculino, Luisa y Cósimo.

No varia nuestra apreciación en “En tiempos de prodigios”, donde una mujer Cecilia, que acaba de pasar por el doloroso trance de perder a su madre, va a descubrir a través de la nostalgia de un viejo eterno, trasunto del Hermes relatado en Ribanova, el valor del recuerdo, del amor, de la amistad, del honor. En este caso, la historia horizontal de Cecilia transcurre en Madrid y la vertical de Silvio, que desenvuelve de nuevo el hilo de Ariadna del nostálgico y angélico, Juan Sebastián Arroyo.

Su última novela La importancia de las cosas, sigue el mismo patrón constructivo, salvo que esta vez toda ella transcurre en Madrid. Los dos personajes masculino y femenino, Mario y Beatriz, se redescubren a sí mismos como seres reales a través del nuevo trasunto de Arroyo, Montalvo, que se suicida para eternizarse angélicamente y permite, a través de sus cosas sin importancia descubrir su importancia ideal.

La amistad, el honor, la verdad, la idealidad, la reconstrucción de todo este mapa de sentimientos en seres que pierden su ánima, que le falta el ánimus, son los temas que nos hilvanan a nosotros mismos en las historias de Marta Rivera de la Cruz.

No quiero olvidarme de mencionar que el lenguaje de Marta parece muy cercano, muy fácil de entender, pero que no es un lenguaje visual, que permita la lectura rápida, sino, un lenguaje auditivo. La palabra escrita de los libros de Marta Rivera de la Cruz exige la lectura en voz alta, incluso ante el espejo, para interaccionar con nosotros mismos. Y creo que ese es su sentido, que las novelas de nuestra autora sean más que expresivas, comunicativas de sensaciones, sentimientos, ocultaciones y revelaciones; que se conviertan en novelas interactivas. Por esta razón, se encuentran estas novelas más cercanas a la manera de hacer de la narrativa hispanoamericana o de un autor gallego olvidado Álvaro Cunqueiro, que de la actual novelística, más preocupada por generar pastiches para el consumo en el año, que verdadera literatura, de esa que el amigo Pedro de Paz denomina “del torrezno”.

3 comments:

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